Obra #1: Una instalación de danza contemporánea en el hogar
Por Pamela Lagos
En
el patio de su casa del barrio Lastarria, Fernanda González mostró “Obra #1” desde
el 9 al 12 de Agosto. La propuesta indaga el movimiento desde partituras de danza, basadas en la notación
creada por Rudolf Von Laban, maestro de danza moderna que documentó todas las posibilidades del movimiento humano.
Fernanda
González, bailarina y coreógrafa, estudió danza con mención en coreografía en
la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, lugar donde trabaja actualmente.
Pertenece al Colectivo Anilina, agrupación de danza emergente e independiente,
que participó en el Festival de Danza Urbana “Habana Vieja ciudad en movimiento”,
en Cuba, en abril de 2012.
“Obra
#1” se plantea como una instalación, cuya infraestructura es un cubo de
plástico transparente donde tres intérpretes, Guillermo Becar, Marco Chaigneau
y Claudia Cortés, interactúan con su cuerpo, entre ellos y con el espacio que
les permite esta especie de vitrina, utilizando como premisa de movimiento las nomenclaturas
escritas en hojas transparentes que recogen desde el piso y luego pegan en las
paredes.
Al
ingresar al espacio en que se presenta esta
obra, notamos que los intérpretes están caminando de manera cotidiana en múltiples
direcciones dentro del cubo de plástico, lo que genera de inmediato una separación
entre el adentro y el afuera de quienes miramos como espectadores.
En esta pieza, el cuerpo para moverse pasa
primero por el proceso de traducción de lo escrito en la hoja, que indica
códigos de direcciones, niveles y acciones. Los intérpretes deben pensar para
hacer el movimiento, que indaga en lo simple y cotidiano.
Los cuerpos se relacionan de manera habitual en un principio, una mirada, un toque, hasta que
llegan a un contacto, pero éste nunca es exagerado, de grandes movimientos ni
destrezas, sino que a medida que transcurre la obra, en los intérpretes se van
revelando capas que van desde lo interno a lo externo.
La danza nace desde algo muy mecánico, asistimos
a una especie de laboratorio de movimiento dentro del dispositivo de una
vitrina con tres intérpretes, quienes traducen en su propio cuerpo lo escrito
en nomenclatura Laban, pero lo curioso es que al ser simple, sin complejidades
de buscar la máxima destreza, los intérpretes se reconocen a sí mismos. Se ve
una danza sincera, que va de lo simple a lo complejo y en los cuerpos se
empieza a traducir su propia forma de moverse, de sentir, de relacionarse,
encontrando la complicidad entre ellos.
Es interesante cuando Marco Chaigneau se acerca
a una pared con grietas y su cuerpo entra en un estado muy interno en el que
cada parte de su cuerpo genera movimientos mínimos,
casi imperceptibles, y su rostro se
transfigura develando quizás grietas emocionales. La danza de Guillermo Becar, en cambio, sin llegar a algo tan interno, se
nota sincera, nace a partir de lo escrito y se traduce en impulsos de movimiento. Su estado de alerta con lo que
ocurre a su alrededor genera nuevas propuestas en las acciones; mientras que la
bailarina es más receptiva a las proposiciones de sus compañeros.
La infraestructura de cubo de plástico, se
utiliza de forma que rompe con la estructura moderna que nos dejó Laban, ya que
no se ocupa para generar un cuerpo conectado con los puntos en el espacio, en
algo muy periférico y fuera del eje, sino que representa un espacio cualquiera,
tan cotidiano como el segmento de un patio que se viste de plástico.
La edición musical de Matías García, sobre la primera frase musical de un tema de
Steve Reich, va generando una monotonía ya
que siempre se repite. Este tiempo musical nos reitera esa contemporaneidad en
la que la obra nos absorbe y podría durar horas, días, sin terminar jamás, ya
que en escena siempre va ocurriendo algo y sólo termina porque los intérpretes
van apagando las ampolletas, pero vuelven a caminar como al principio, lo que
da circularidad a la pieza, mientras la música jamás se detiene.
La propuesta de Fernanda González funciona en
medida que los elementos dispuestos se cruzan de forma armoniosa según las
pretensiones de buscar dentro de lo simple lo contemporáneo, sin necesidad de
grandes aparatajes técnicos, como un teatro, una gran iluminación o
escenografía. Valiéndose de elementos cotidianos y simples como el plástico, la
casa, las ampolletas, se realiza un montaje que cuestiona la danza, el hacer,
la motivación del movimiento y desde ahí se construyen los símbolos en la
escena y el ir más allá de las premisas del movimiento, develando cuerpos
sensibles y no bajo ordenamientos dentro de un laboratorio, creándose también
subtextos dentro de la obra.
Dirección: Fernanda González
Intérpretes: Guillermo Becar, Marco Chaigneau
y Claudia Cortés.
Música: Steve Reich.
Edición musical: Matías García.
Fotografía: Fabián Cambero
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